PRIMERA GUERRA MUNDIAL “RATAS” ENEMIGO INCÓMODO


Soldados alemanes posando para una fotografía con ratas capturadas a la entrada de un refugio SUBTERRÁNEO, en el año 1916.

La guerra se empantanó, se cavaron largas trincheras y durante mucho tiempo vivieron los soldados hacinados en unas condiciones penosas. Se acumuló la suciedad y faltó al higiene. Lógicamente, hicieron acto de presencia piojos, pulgas y ratas. Y también las enfermedades, que causaron tantas bajas como el mismo enemigo: disentería, tifus, cólera. Y no hablemos de las condiciones meteorológicas. Muchos murieron de frío en la trinchera. Pero la imagen del cazador de ratas no solo ilustra las condiciones en las que se hizo la guerra, sino que  es una metáfora de lo que representa la guerra. Sustituyan ustedes en su imaginación a las ratas tendidas por personas.

Muchos soldados de la Primera Guerra Mundial han compartido que su peor enemigo en la guerra no eran los soldados contra los que luchaban, sino el clima, el barro, el frío y, quizás más que nada, las ratas.

Millones de ratas infestaban las trincheras donde dormían y vivían los soldados. Estos roedores, a veces enormes, intentaban comerse los alimentos de los soldados, se arrastraban sobre ellos y los mordían mientras dormían, transmitían enfermedades y mordisqueaban los cadáveres de los camaradas caídos, a veces desfigurándolos por completo al comerse la cara y los ojos.

Por estos motivos, los soldados desarrollaron un odio apasionado hacia las ratas, a las que intentaban cazar por diversos métodos, como emboscarlas con fusiles o apuñalarlas con sus bayonetas, a las que se les unía un trozo de queso o pan para atraerlos, en las ratoneras.

El soldado danés-alemán Søren P. Petersen informó sobre sus desafíos con ratas el 23 de enero de 1916, hace aproximadamente 106 años.⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀⠀

"En los sótanos debajo de las casas destrozadas yacíamos en reserva. Los alojamientos habrían sido más que cómodos si no nos hubiéramos visto obligados a compartirlos con una cantidad incontable de ratas.

Los bastardos egoístas devoraban todo lo que era algo comestible, y todos los alimentos que no podíamos almacenar teníamos que colgarlos con una cuerda del techo.

Se metieron debajo de nuestras mantas cuando estábamos durmiendo y nos corrieron por la cara, pero nunca escuché que alguien haya sido mordido por ellas".


 

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